“He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.” (José Saramago)

Condenarro

Antes de iniciar con el debraye de ésta entrega, me disculpo con el equipo-familia de Eclipse por el retraso. Abrazo por el abrasante y trágico suceso de la semana pasada en la comunidad de Santiago, todos sus habitantes, seguro estoy, devastados y dolidos, se levantarán fuertes y unidos como siempre, seguro estoy de ello; circunstancias familiares distrajeron mi atención.

Estoy convencido, mi es_timada(o) lectora(or), del alcance de la frase de Saramago que les comparto. Me persuade el simple hecho de que la evolución social en la que hoy día vivimos, se sustenta en el convencimiento; convencer que no miento aun cuando no diga la verdad; la demagogia se regocija de que, con vencer el escepticismo que el ciudadano pudiese presentar a los argumentos y triviales promesas, adornadas de rimbombantes conceptos y excepcionales promesas… con vencer la incertidumbre con una duda liviana, ya ganaron.

Es interesante e intenso lo que una sola palabra encierra. Tengo la certeza de que la que ocupa el debraye de hoy es, en lo particular, muy peculiar y de amplio espectro. En especial, cuando es un hecho maltrecho que nunca falta quien caiga en la encrucijada cuando: “con vencer no basta”.

Siento que, a lo largo de nuestra formación, desde nuestra primera infancia, cuando el aprendizaje es más comprensible para el infante; comprende que está aprendiendo. Ve y escucha lo que los mayores le dicen que es y como se llama eso que ve, que escucha, que siente. Quedamos convencidos de lo que nos explican no admite error alguno… pero crecemos y nos pasamos al equipo de los convencedores; nos integramos a la vida social. Conocemos y después aprendemos, o eso creemos, a convencernos y decepcionarnos de cada convencimiento… certezas con vencimiento.

No creas mi es_timada(o) lectora(or) que quiero convencerles de que no se convenzan, en el arte de la persuasión, creo yo, el escepticismo juega un papel importante.

Trataré de ejemplificar.
Recuerdo cuando inicié esto del periodismo; una de las frases más comunes que escuchábamos y transmitíamos en relación a cualesquiera de todos los problemas socio-urbanos que se vivían: “cuando regresé el ingeniero de México, todo se va a resolver”. Tres décadas después, han regresado innumerables veces muschingo de ingenieros… y los problemas cambian de fecha y facha, incluso de intensidad y nos siguen queriendo convencer de que se resolverán, mediante, supongo, de ingeniería urbana y humana de última generación todas esas vicisitudes. Promesas cuyo convencimiento ya expiró… o, ¿sólo se renovaron?

Abasto equitativo y suficiente de agua potable y el consecuente destino final de las aguas residuales, infraestructura urbana acorde a la población, en un destino turístico que se vende –tal vez con convicción- como de primer orden mundial, de lujo pues; movilidad urbana digna para propios y extraños; seguridad pública y social; servicios de salud; certidumbre en la propiedad inmobiliaria, accesos libres a playas y bienes nacionales históricos-culturales… son sólo algunos de esos problemas.

Convencido plenamente de la calidad humana y solidaridad de los habitantes cabeños, nativos y adoptados; es algo que nunca me prometieron, nunca fue un problema a resolver, certeza sin vencimiento. Solito me convencí, igual del que siempre dice “solito me caí”.

Regreso a eso de los problemas y del afán de convencernos de quienes tienen la función de resolverlos, de que lo harán pronto y en definitiva; la conjugación del verbo irregular y atemporal “pronto” no convence… no vence, no caduca, no expira pues.

Por lo que a los gobiernos estatal y municipal se refiere, a seis meses de iniciar con su responsabilidad que tanto buscaron y cuyo afán mostraron y convencieron a, por lo menos, la mayoría de electores, imagino que están convencidos de que la bronca en la que se metieron está “mask’ebonita”, y que no les queda otra que entrarle… o seguir con la mecánica-trágica de promesas con vencimiento. La ciudadanía también tiene responsabilidad, la que dejo de tarea su comprensión.

Convencido estoy de que si cada quien no pude encontrar la propia, seguirán convenciéndose y decepcionándose cada tres y seis años por cuenta propia, o como dicen: “niño que no chilla no mama”.

Estoy casi completamente seguro de que ya se me acabó el tema; aunque no estoy muy convencido de ello, pues el convencimiento con fecha perentoria no es una de mis cualidades, aptitudes o actitudes… creo yo. Paso a reiterarme y retirarme sobre ésta ola, convencido de que soy tan sólo un simple pobre loco peligroso irreverente, irrelevante, irremediable pero irresistible y real prófugo de la injusticia que resulta la triste realidad que muchas veces que: “con vencer no basta”.

“A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse.” (Miguel de Unamuno)