“El aguinaldo de Nativitas”

Por Cecilia 8a

Quién en el pueblo no gozó del aguinaldo de Nativitas, que, aunque no trabajaba, ella lo lograba cada fin de año.

Nativitas fue de las personas más dulces que pude conocer; maestra hasta la muerte de educación en la fe (doctrina religiosa), viuda y sin hijos; se mantenía de la caridad un poco, y de trabajo un mucho; ayudaba a las parturientas, lavaba ropa ajena, y barría el atrio de la iglesia dos veces por semana.

Los años que vivió con su esposo, éste le enseñó a juntar su propio aguinaldo, ¿cómo?, engordando un cochito; entrado enero Nativitas compraba una cría de cerdo a la que desde un principio le ponía por nombre “aguinaldo”, lo alimentaba de cuanta sobra recogía en el pueblo.

La gente a veces hacía mofa de ello y causaba risa cuando alguien le gritaba con una cubeta maloliente en la mano, – ‘’Nativitas, tenga, pa su aguinaldo’’!!.

Muchos años practicó Nativitas la engorda de su aguinaldo; muchos también intentaban comprometerla a vendérselos, pero ella siempre respondía, – “cuando se ponga de modo, será del primero que llegue”, así se los espantaba.

Peeero sucedió, así me lo contó Nativitas, con el aguinaldo del año 1978, en septiembre, en una noche lluviosa como de cuento de misterio…

– “Pos ándele que sabiendo que todo el pueblo estaba resguardado en su casa, un muchacho que había caído en el vicio, y que yo en su niñez había preparado para los sacramentos, resolvió robarme al aguinaldo; descalzo y con un mecate en la mano, le abrió la puerta, se metió, lo amarró y se lo llevó, y dijo ya la hice”.

– “Pero fíjese cómo es Dios, él hace todo a su modo”, me contaba Nativitas.

“Yo nunca le pedía nada a Dios pa mi porque yo lo tenía todo, casa, vestido y sustento, así como el afecto de la gente que me conoce, eso sin contar que él es mi patrón porque pos yo trabajo en su viña, (catequesis), así que si le pido algo es para los demás, especialmente mis muchachitos, a los que yo he preparado con su Palabra; en fin, que pos pa no hacerle el cuento largo, dice el muchacho este que me robó el aguinaldo, que se llama Sócrates, que de repente, onde iba a oscuras, se le alumbró el camino, y un hombre güero apareció de la nada, y aunque nunca le vio lámpara alguna, había luz onde se paró, y cosa aparte, que como llevaba a rastras casi a mi aguinaldo, ya crecidito, de repente se quedó calladiiito y calmo, o sea dejó de gruñir al ver a aquel hombre”.

“Lo grandioso de esta historia, -cuenta Nativitas, que con una calma y tranquilidad el hombre ese, blanco y alto, le dijo a Sócrates, -dame la cuerda, yo llevaré el cerdo al corral de Nativitas y tu ve mañana a verla y a contarle lo que hiciste, y ya que le pidas perdón, ve y confiésate para que quedes libre de todo pecado”.

“Sabe Dios qué impresión le causaría el hombre güero a Sócrates que al amanecer llegó a mi casa y mientras le ofrecía un tecito me contó aquello, y fíjese que al principio pos como que no le creí, pero luego me dijo venga, en el lodo están las huellas; efectivamente, se veía en el lodo onde llevaba a mi aguinaldo en rastras, y luego onde se cayó del susto al ver al güero que se le apareció; también vimos las huellas del hombre y mi puerco cuando lo regresó al corral”.

“Aquí la cosa es que no fue nomás que Dios me mandó ayuda sin que yo me mortificara por el aguinaldo, sino que Sócrates alcanzó bendición con aquel encuentro; se regeneró, cosa que parecía imposible; se casó y ya tiene sus muchachos grandes”.

Nativitas hace tiempo que emprendió el camino a la casa del Padre, pero ésta, su historia, no puede quedar en el olvido, por eso se las comparto.