“Con la lana/ Que se paga un domingo/ En las carreteras de cuota, / Se podría pagar la deuda/ Y comprar muchos kilos de mota.” (El Tri, de “Otra tocada, 1988)
Condenarro
Con la inútil intención de no alejarme mucho sobre dos temas que, en lo personal, considero importantes, y que indiscutiblemente se relacionan estrechamente: capacidad de carga y movilidad, hoy trataré de circular, alegóricamente, sobre las carreteras con las que contamos y todos, en algún momento, utilizamos; el corredor, el libramiento y la más nueva, “la autopista” que inaugurara con bombo y platillo EPN.
La verdadera verdad estima(o) lectora(or), hace ya varios días que decidí el tema de ésta entrega, tres días que inicié a armarlo y de plano ésta mañana, jueves 24/II, opté por hacer la excepción con respecto a buscar los elementos que sustenten –leyes y/o datos duros y otras nimiedades- mi opinión en torno a las carreteras, o ¿“carrateras”? que en Los Cabos nos permiten, con toda una serie de vicisitudes, ir y venir, entre el Aeropuerto, SJC y CSL y viceversa; la realidad es que, entre ambas ciudades, alcanzando el aeropuerto internacional de SJC, tenemos tres del orden federal, aun cuando lo cierto es que uno se convirtió en corredor turístico –en riesgo de privatizarse… veladamente a la vista, y los otros dos son libramientos sobrevaluados y, ciertamente, son caros, no costosos. Cada una de las tres tiene su historia.
Tras una pausa ineludible en la escritura del presente, hoy último día de febrero retomo; En 1989, cuando llegué a residir en CSL, la carretera que nos conectaba con la cabecera municipal tenía dos carriles, ya el crecimiento desmedido y en un desmadre muy mal organizado, la necesidad de ampliación a cuatro carriles fue inminente; entre los argumentos esgrimidos en aquel inicio de la última década del S. XX, el del peligro latente y evidente que representaba esa carretera; en 1991, siendo alcalde de Los Cabos Manuel Salvador Castro Castro, se oficializa el proyecto de ampliación del tramo carretero CSL-SJC-Aeropuerto internacional de SJC; en ese acto inició la ampliación de la carretera a “k’ratera”; mediante un convenio y la creación de un fiedicomiso, se compromete a financiar la obra al 50% gobierno federal y 50% los empresarios cabeños, mediante un impuesto especial del 1.3% sobre ingresos (bienes y servicio). Residentes y habitantes, usuarios de la vía carretera empezamos a ver el robo del paisaje, de libres accesos a playas; lo referente a la seguridad que ofrecería a los usuarios de la carretera…no funcionó, el día de hoy, en medios locales lo hacen patente.
La carretera, el trazo original, si bien tenía tramos que debíamos circular con precaución y a baja velocidad, ofrecía paisajes de playa inigualables, en temporada de avistamiento de ballenas, bastaba con detenerse en el acotamiento o un sitio propicio para salir de la vía –había muchos- a observarlas. La vía costera fue “cambiada por seguridad vial” … y $eguridad a la inversión y progreso turístico.
La calidad de la obra se dejó sentir, y de bulto, una noche; 3-4 de noviembre de 1993… la tromba o lluvia intensa por varias horas se llevó los puentes de El Tule, dos y medio de los tres cuerpos y el de Palmilla, recién inaugurada la magna obra de CSG, y su “monumiento de $olodarydar”, testigo inmutable de ello, sin mencionar la unidad habitacional Flores Magón en SJC. Trece años después, por “seguridad” se aprobó una “adecuación al trazo” entre Cabo del Sol y El Tule, favoreciendo, claro está, a inversionistas que se apropiaban de playas, que cuidan más que a las niñas de sus ojos, pues no permiten ninguna violación que atente contra “su propiedad y sus huéspedes”. NO hay que olvidar tampoco que con el “huracán Juliette” en 2001, año previo a la APEC, evento internacional que obligó a Leonel Cota Montaño, gobernador en aquel entonces, a negociar con los ejidatarios las tierras dónde pasaría el “libramiento” SJC-Aeropuerto, tramo de cuota; en ese huracán, se perdieron los puentes de El Tule…
Una década después, siendo gobernador Marcos Covarrubias se aprobó la construcción del libramiento, vendida como autopista, CSL-SJC-Aeropuerto, esto con motivo de la celebración de la Cumbre G20, para la cual también se aprobó la construcción del Centro de Convenciones que nunca ha funcionado como tal. El libramiento que no pasa de ser una carreterita peligrosa y muy cara, la cual, he de señalar, no brinda ningún beneficio al destino, es peligrosa, no cuenta con las características de una autopista, a excepción del alto cargo por peaje, que, al menos, podría utilizarse como una vía alterna entre ambas ciudades para aliviar el tráfico, muy denso en horas pico. Pero no, de hecho, en dicha carretera de cuota, se cobra por tiempo al parecer; un amigo sufrió un percance en la vía y en tanto llegaban a auxiliarlo, se pasó de la media hora que le indicaron en la caseta, cobrándole una cantidad “x” por haberse tardado más de ½ hora entre el aeropuerto y la caseta cercana al centro de convenciones.
Regreso a la ruta que más me gusta, dado que aún nos dejaron algunas “ventanitas” de mar entre grandes hoteles, interminables bardas de frío concreto, o muros de vegetación importada que permiten a los turistas y golfos locales, practicar el hoyo en uno en la intimidad. El C’Questro que no se cansan de promover desde 2014 de un “trazo conceptual” entre El Tule y Cerro Colorado se concrete si ningún miembro de cabildo impugna el atraco a nuestra carretera-k’ratera que está en proceso, según dicen.
Desde mi llegada con objeto de quedarme en CSL, la población en ésta ciudad y puerto creció de 15-16 mil a casi 200 mil; las colas y el lento circular en horas pico que se van ampliando, no tardará el día en que esas horas pico dejarán libre circulación sólo en las madrugadas… si tenemos suerte.
Hasta donde llega mi limitado entendimiento, los objetivos de red de carreteras incluyen: mejorar la seguridad en la red de carreteras, optimizar el flujo de tránsito en las redes arteriales y de autopista, reducir la congestión en y entre las ciudades, me reservo mi opinión, ¿y tú mi es-timada(o) lectora(or)? De puentes peatonales y/o pasos a desnivel a lo largo de éste corredor turístico, tan lleno de hoteles y de carros y tan vacío de humanidad y empatía, luego hablamos; en tanto, yo prefiero retirarme y reiterarme, esperando una ola larga que me permita deslizarme entre Costa Azul y Cabeza de Ballena, para evitarme la pena y el tiempo perdido, como un simple y pobre loco peligroso irreverente, irrelevante, irremediable pero irresistible y real prófugo de la injusticia que significa un estacionamiento federal tan caro en un destino turístico tan costoso.
“Quizá la conciencia surja cuando la simulación cerebral del mundo llega a ser tan compleja que debe incluir un modelo de sí misma.” («El gen egoísta» (1976), Richard Dawkins)