Por Cecilia 8a
Cuenta una historia sudcaliforniana, de esas viejas, muy muy vieja, pero que a pesar de los años aun se guarda en la memoria de la gente vieja también, gente de buena cepa y de buenas costumbres.
O al menos así me la contaron a mi.
Corrían los años 1900 y tantos, y pues uno de los goces sociales mayores en aquellos tiempos eran los bailes, sí, los bailes, esos donde la gente se llenaba de alegría, se tomaba unos alipuses y se hacían de pareja.
Tomasa, una joven y bella mujercita de un rancho enclavado en la sierra, quizá de La Candelaria, (como bien saben las historias con el paso de los años pierden datos precisos), se habría empeñado en asistir a un baile acá por La Cieneguita, o al menos por esos rumbos.
Su madre, señora de muchos recatos, le dijo que el permiso estaba por verse, ante lo cual Tomasita le reviró, palabras más, palabras menos, que ella iría al baile a como diera lugar, no se lo perdía por nada.
Su madre le dijo que en todo caso, a más del permiso debería decir ‘’si Dios quiere’’, ya que en la práctica de su fe no se dejaba a Dios por fuera cualquiera que fuera el plan.
Tomasita igual respondió, ‘’meh!, aunque no quiera yo guayir al baile’’.
‘’Ándale pues Tomasa, no te vayas a arrepentir de tus palabras’’, le contestó su madre.
Pues se llegó el anhelado día del baile sierra abajo, y Tomasa se apuró de todos sus quehaceres y emperifolló para acudir, pues para ello debía tomar camino temprano para llegar a buena hora y lograr todas las piezas musicales del tocadiscos.
‘’Ya me voy amá’’, gritó Tomasita a su madre; ‘’pérate, todavía no te concedo el permiso’’, contestó la madre; -‘’si no te gua pedir permiso amá, ya te dije que guayir y ya me voy’’, y sin más ni más agarró camino.
Y he lo que sucedió que modificó un ancestral dicho comúnmente conocido que reza ‘’si Dios quiere’’; pues cuando Tomasita caminaba sierra abajo rumbo al baile, tarareando de alegría, vásele viniendo una manada de burros que la atropellaron, la derrumbaron, la estropearon dejándola malherida, con algunas costillas quebradas a más de un pié; de sus mejores trapos ni hablar.
Cuentan que fue hallada hasta otro día, y le llevó varios meses recuperarse de aquella trastada de los burros; su madre, al ver que había salvado la vida a pesar de todo, le decía, ‘’qué Tomasa, vas a irte de nuevo sin permiso al baile?’’, a lo que Tomasita, modificando el añejo dicho contestaba, ‘’sólo si Dios quiere, y los burros no bajan’’.