Sobre políticas públicas o nihilismo ontológico
“¿Por qué golpeas a esa prostituta? Registra tu conciencia. ¿No cometiste tú mismo con ella el crimen que ahora castigas? El usurero hace ahorcar al falsario. Los pequeños vicios traslucen a través de los andrajos de la miseria; mas las finísimas pieles y los trajes de seda lo ocultan todo. Dale al vicio un broquel de oro y la espada de la justicia se quebrará contra él, sin mellarlo; pero cubre su broquel con andrajos y un pigmeo lo atravesará con una simple paja”. (William Shakespeare, “El rey Lear”)
Condenarro
La entrega anterior disertaba yo sobre la realidad cuántica de Los Cabos, si bien no llegué a explicarme completamente el sentido de lo que, al parecer sin sentido definido, me proponía concluir. La verdad no quiero mentirles, comenté que buscaría los cambios cuánticos en la calidad de vida en los porcentajes relativos a un crecimiento amplio, constante y sostenido, que no significa nada para lo sustentable. Lo cual me lleva a discernir sobre esos brincos cuánticos y un posible nihilismo ontológico en torno a las políticas públicas que nos han traído a éste punto circunstancial de los cabeños, a un mes y días del cambio de actores gubernamentales.
Te recuerdo mi es_timada(o) lectora(or) que lo que aquí opine es mero nihilismo de mi pensamiento cuántico que por medio de analogías, alegorías, metáforas y similares en ocasiones encuentro la forma de hacer apologías apoteóticas de sucesos, acontecimientos, anécdotas, demagogias y otras nimiedades de interés público.
El nihilismo tiene origen en nada, es decir, su raíz etimológica del latín es nihil: nada, y por lo tanto produce u ofrece nada. Ahora bien, si la ontología es la rama de la filosofía que trata todo lo referente al ser, el nihilismo ontológico, opino, es el estudio de la nada como ente. Por otra parte, si el nihilismo ontológico, como señala Gonzalo Núñez-Erices, destaca que no existe nada como la casa, la cama, ningún objeto, más el sentido común le hacen recapacitar al nihilista sobre la existencia de un sinfín de objetos… y personas. Ésta clara confusión de ideas nihilistas ontológicas y cuánticas, me llevan a pensar, poquito nomás, que no hay necesidad de hacer la revisión de los brincos cuánticos de la calidad de vida de los cabeños a lo largo de los últimos treinta años, como lo sugerí en la entrega anterior. Nihilistamente, dudo que no haya nada. Es decir, que eso habrá: nada. La calidad de vida, como la energía sin tanto brinco, ni se crea ni se destruye, tan sólo se transforma de la nada al compuesto de objetos…
Si usted mi es_timada(o) lectora(or) puede explicarme lo anterior, seguro estoy que muy bien pudiese ayudar, asesorar, sugerir, asistir, aportar alternativas, desglosar opciones, a quienes estarán encargados de encauzar nuestros esfuerzos, digamos en un esquema de colaboración ciudadanía-gobierno, la primera por necesidad y el segundo por obligación, mandato constitucional pues, si bien no dar saltos cuánticos extraordinarios o espectaculares, al menos pequeños brinquitos pa’lante, en lo que a calidad de vida se refiere. Toda la campaña de Christian Agúndez Gómez y su séquito – ¿sequito? – lo refirieron; conocen toda la problemática del municipio. El mismo presidente municipal electo es oriundo de Santanita de un rancho definido por el exgobernador y padre del multicitado, Narciso Agúndez, como “semillero de políticos”. Lo impactante, para el suscrito, es que, pese al progreso, adelantos científicos, técnicos y tecnológicos, el constante crecimiento de la inversión turística, el supuesto compromiso social de muchos de los inversionistas nacionales y/o extranjeros pareciera todo se reduce a un nihilismo ontológico.
En sus justas dimensiones, nuestra real circunstancia muestra que una población de más de 300 mil habitantes (sin golondrinos) padecen los mismos problemas urbanos, las mismas vicisitudes sociales, las mismas carencias de servicios, la urgencia de vivienda y certeza, salud, educación, seguridad, ¡agua!… No son ni más, ni menos problemas, no. Están democráticamente repartidos como hace 10, 20, 30, 40 años. Privilegios aparte, conste.
No la tiene fácil la XV Administración Municipal de Los Cabos. Lo saben y lo sabemos. Existe un mandato constitucional federal y uno estatal y una Ley Orgánica que rige el actuar de los funcionarios públicos. Me encontré en mis inefables navegaciones en internet un resumen muy claro y elocuente de la función, atribuciones y responsabilidades de una administración municipal*; me ha quedado muy claro que la teoría la tienen, pero la práctica parece teórica también. Emocionadas intenciones durante toda la campaña hicieron alusión en algún momento a lo que señala el documento, igual que hace tres, seis, 9… años.
Tenemos la opción de ser escépticos y cuestionar desde el inicio u otorgarles la ampliación del voto de confianza del 2 de junio ¿Cumplirán? De inicio el mismo presidente electo que nos aseguró a los periodistas una política de puertas abiertas y que el mismo responde llamadas y mensajes a su celular, me confirmó su número en reunión con el gremio, sigo esperando, aunque ya solo aparece una palomita, ya no dos, mucho menos azules, y dejó colgada a la comunidad artística de Los Cabos en un foro organizado por Morena… en tanto algo sucede, me siento a esperar como un simple y pobre loco peligroso irreverente, irrelevante, irremediable pero irresistible y real prófugo de la injusticia que la nada le representa a una circunstancia ontológica.
“El demonio dispone de un amplio guardarropa y no solo viste de rojo”. (E. Galeano)
*www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/227607/1.2_Organizacionnmunicipal_VF_1.pdf