Donde lo sustentable es la vorágine…

“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. (Charles de Gaulle)

Condenarro

No me resulta tan sencillo, al menos hoy, escribir una columna sobre temas que son de interés social. No es fácil estar siempre señalando lo que, desde una perspectiva personal, que la mayor parte de las ocasiones coincide considerablemente con el pensamiento colectivo, sobre lo que se supone la institución gubernamental debe hacer en cumplimiento a las leyes establecidas para ello. Más complicado es no hacerlo cuando es más que claro que quienes se encargan de tal cumplimiento, su obligación por decisión propia de ser elegido popular, o no pueden, o no quieren, o no los dejan, o de plano no saben ni de que se trata. Y más complejo aun definir que cuesta más trabajo: a un funcionario que se defiende de las críticas con respuestas como “es muy fácil criticar sin saber lo qué es ser funcionario público”; y seguro tiene razón, ha de ser más fácil. Pero simple no es para el ciudadano común, cumplir civilidad con funcionarios que no funcionan, como el que respondió.

En fin, mi es_timada(o) lectora(or), aun cuando parezca que no, el título va junto con pegado con el párrafo anterior, que, viéndolo benevolentemente, es una vorágine controlada. Y se controla o se compensa contra una vorágine de sentimientos y reacciones no tan pacíficas. A diferencia de muchos funcionarios, el suscrito no se toma nada personal, atendiendo el llamado que Miguel Ruíz expandió sobre los “Cuatro Acuerdos”. Es hora de recordar el primer acuerdo y tratar de ser pulcro con mis palabras, y la vorágine que se traduce en lo que voy pensando y escribiendo generan posibles escenarios, no son suposiciones mías, son posibles consecuencias sobre lo que se hace o deja de hacer a favor de una sociedad que eligió a sus funcionarios. Léase democracia. Nada personal.

La vorágine a la que intento referirme, no es otra que la dinámica, ya característica, de Los Cabos, y pareciera que tiene más prisa que el conejo blanco de Alicia. Durante ya cuatro décadas, Los Cabos ha crecido en todos los sentidos, y, paradójicamente, sin ningún sentido práctico, urbanística y humanamente hablando. Ningún plan le va a servir de mucho, cuando se proyectan a 15 años, y pasan los 15 años y ya se nos adelantó “el progreso 20 más”; como la utopía de Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Y la frase me responde y me da a entender, loco de mí, que la utopía también se deja venir en una vorágine inimaginable e inalcanzable; como la realidad que se vende en los mercados turísticos internacionales; una imagen utópica, inimaginable en la realidad suburbana en CSL y SJC.

Nota: Entendemos el suburbio como un barrio o núcleo de población situado en las afueras de una ciudad y que, generalmente, constituye una zona deprimida. (DRAE); fuera del centro histórico de SJC y “el centro viejo” de CSL y la zona hotelera, todo asentamiento, al parecer, es suburbio.

Si buscamos culpables no hace falta ir muy lejos, parafraseemos a Concepción Arenal: “Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie”. Así estamos y así iniciará la XV administración municipal. Cada mañana, cuando inicia el trajín, me subo a la azotea de mi casa en CSL, y veo hacia el Norte los cerros, ya casi rodeados por lo que supondría la mancha urbana, pero no, son asentamientos que se crean y crecen diariamente sin servicios urbanos básicos, de esos que en la ciudad sí hay. Pero sí se ve una nube grisácea, que se hace densa conforme se aproxima la hora de entrada a las escuelas y las jornadas laborales. No, no es neblina, es polvo y toda materia orgánica que se seca al sol y se la lleva el viento que se origina del intenso movimiento humano en el casco urbano.

Hoy día, por una parte, Óscar Leggs procurará concluir con su trienio con mal tiempo y buena cara, creo. Entrega obras, programas, inicia proyectos y torea calamidades tras una calamitosa etapa electoral de la que salió no bien librado. Cierto que hay cambios en Los Cabos de su paso por la alcaldía; la evaluación de dichos cambios se podrá ver, sin muchos problemas, creo, y serán expuestos, sin duda, en las redes sociales antes que en los medios. Christian Agúndez recibirá el Ayuntamiento con una vorágine de protestas y demandas de atención. Hoy día, de acuerdo a la información del Censo de INEGI 2020, había 351, 111 habitantes en Los Cabos, le sumamos 17, 204 que según la inteligencia artificial llegan cada año, éste 2024 andaremos con un aproximado 428 mil acumulando necesidades urbanas, nomás las que mande el 115 Constitucional, no hay que ser encajosos. Necesidades que también se dejan venir en una vorágine tal, que el sólo pensarla ya me mareó.

Bien puedo no dudar de las capacidades e Christian Agúndez Gómez, al parecer la “vocación de servicio público” es genealógica. Sería mejor, creo yo, que fuese “genialógico”, mas considerando su formación en arquitectura con estudios de urbanismo, bien pudiese enfrentar los rezagos y estrategias de planeación de una forma diferente; si es que el rezago –y los tiempos políticos, el ’27 no está tan lejos- se lo permite. Me tomé la libertad, el atrevimiento de enviarle un mensaje a su # de cel/watapp, espero le quede un poco de tiempo para verlo y mejor aún, de responderlo.

Ya falta menos para que llegue la fecha de la toma de protesta; no hay actualización del POELP, habrá de estudiar y actualizar el PDU y el PDM, resolver lo urgente sin descuidar lo importante. Definitivamente, esta temporada de huracanes se espera que más de uno se nos acerque, o sea, habrá lluvias intensas, lo que se deriva en aluviones urbanos en zonas de riesgo y en las cuencas donde ya la urbanidad le gano al monte, aluviones que vendrán a acrecentar las vorágines que recibirá en “herencia” CAG iniciando octubre. De momento y para no marearlos tanto, me reitero y despido como un simple y pobre loco peligroso irreverente, irrelevante, irremediable pero irresistible y real prófugo de la injusticia que un aluvión pudiera representarle a una vorágine en proceso…

“El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás”. (José Ingenieros)

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