Por Cecilia 8a

Este relato no es fácil de escribir, no es cosa que se cuente así nomás, apuesto a que crees que al título le faltó una ‘s’, pero no, es así, ‘el despitado’, sobrenombre que le adjudicaron a un cristiano que pasó a mejor vida.

Te contaré lo que a mi me contaron como ‘cosa verídica’; sucedió hace mucho tiempo en un rancho ya perdido, y fue así.

En el rancho Cantalapiedra, vivía una curandera, doña María Luisa, partera, remediera y bruja, no supe si volaba en escoba pero sí del caso insólito que nos ocupa.

Doña María Luisa curaba chiquillos de mal de ojo, empacho, susto y todas esas enfermedades que los médicos desconocen; su marido, don Butimeo, era el recolector de plantas medicinales para los remedios que Maluisa recetaba y aplicaba.

Un día, un mal día, llegó a aquel ranchito una mujer con un muchachito enfermo, tenía ya varios días con mal de panza y fiebre, Maluisa le dijo que el mal de su crío requería de varios días de tratamiento, que tendría que quedarse en el rancho, aceptando la mujer sin reparo pues ansiaba la salud de su hijo.

Con el paso de los días, Butimeo fue hallando encanto en la madre del pequeño paciente, su juventud y carnes firmes lo tenían cautivado, y consolándose con solo pensarla, y el temor de que se fuera pronto ante el alivio de su hijo, hizo lo impensable, empezó a cambiar las plantas que Maluisa ordenaba cocer y aplicar para el mal del chamaco.

Así pasaron varios días, el muchacho lejos de aliviarse, enfermaba más y más, Maluisa no podía creer que sus menjunjes no hicieran el efecto debido, llegando aquella situación a lo más triste, la muerte del chiquillo.

Maluisa, de último, corrió a la cocina ennegrecida de tanto cocer con leña los remedios que aplicaba, y cuál va siendo su sorpresa que pudo descubrir a Butimeo toqueteando a aquella joven mujer, y las yerbas en el suelo no correspondían a los remedios indicados.

Enceguecida de coraje y con justa indignación, le lanzó a Butimeo una maldición por traicionero y los corrió de su presencia. Cuentan que Butimeo se fue del ranchito junto con la mujer después de sepultar al hijo de ella.

Lo terrible de la maldición fue que a Butimeo se le empezó a encoger la joya viril, a tal grado que suplicaba a Maluisa que deshiciera su maldición, cosa que Maluisa jamás aceptó; para colmo de sus penas, la mujer terminó abandonándolo, acabando sus días lamentando su suerte alcoholizado en la banqueta de una tienda de un pueblo cercano.

Cuentan que cuando fueron a recogerlo los servicios forenses, luego de la autopsia pudieron constatar el alcance de la maldición de María Luisa, pues en ‘salva sea la parte’, ya no había parte, consolidando este hecho a Maluisa como la bruja más temida de aquellos lares.

Desde ese día, Butimeo carga por la eternidad el mote del ‘despitado’.