“El paraje de las lechuzas’’

Por Cecilia 8a

Cómo hablar de ello sin incomodar a los que aún quedan. Fue tan doloroso en su momento, que los que sobrevivieron al hecho cambiaron de lugar de residencia. Los hechos se han difuminado con el paso de los años, y aunque en toda buena o mala pintura los matices se desgastan, las pinceladas del cuerpo central de la obra persisten.

Así esta historia, hay detalles que pareciera se ha llevado el viento, pero las duras memorias aún quedan.

Se oían habladurías que si la Mercé (Mercedes) era bruja; que sabían qué hacía “trabajitos’’; que hasta se veían de cuando en cuando lujosas camionetas afuera de su jacal.

Sus hijos aún estaban chicos, aunque el más grandecito siempre caminaba con la cabeza agachada; eran tres, y los tres abandonaron la escuela quizá por las burlas de los demás; pocas veces se vio a la Mercé ir a la tienda o cruzar el pueblo por alguna razón. Eran sus hijos los que abastecían el hogar de lo necesario.

Para llegar con la Mercé había que cruzar el pueblo, tomar una vereda de medio kilómetro para llegar a su jacal, rodeado de mezquites y habitado por toda una familia de lechuzas; por eso era conocido así, el paraje de las lechuzas.

Nadie sabía de dónde venía la Mercé; un día llegó con sus tres críos y levantó su jacal en ese sitio.

Creo que de boca en boca se hizo de fama. Era mustia, hablaba lo necesario, y a veces ni eso, lo que imponía mayor temor a los consultantes. 

Un día fui a verla porque se me habían empachado mis dos hijos chiquitos; lucía despeinada, desarreglada y creo que en varios días no le había caído una gota de agua por el cuerpo. Su vestido era recatado, y largo, cualquier comparación con el “prototipo’’ de una bruja le habría embonado bien.

Apenas me preguntó que quería, le contesté y procedió de inmediato a sobar a los niños, de manera normal digamos; pero luego se acercó al oído de uno de los niños y empezó a recitar algunas palabras que no logré entender pero que me espantaron; tomé al niño y le dejé un billete que creo cubría el “servicio’’ y salí casi corriendo. El niño que pasó por la terapia de los “secretos’’ pasó los siguientes días a llore y llore, y fue mi madre quien después de darme una reprimenda por recurrir a esos ‘servicios’ lo curó con rezos y tecitos relajantes.

Pero esa no es la historia que quiero contar, sino lo que hicieron los hijos con su madre. Algo por lo que el pueblo fue recordado mucho tiempo como el “pueblo de la bruja’’.

Los hechos que dieron origen al matricidio se desconocen, pero cuando alguien fue a buscar los servicios de la Mercé, ésta ya no contaba con vida, y los muchachitos lucían salpicados de sangre, sucios. 

El descubridor de aquellos hechos dio parte a la policía quien al interrogar a los chiquillos todos respondían con la misma versión, que la mamá se había convertido en lechuza y al intentar acercarse a ellos, la habrían golpeado hasta darle muerte.

El velo del misterio y las miles de conjeturas cubrieron aquel caso; todas las que usted pueda imaginar.

Las autoridades se llevaron a los chamacos para darles atención sicológica y jamás se volvió a saber de ellos. La gente en el pueblo tenía miedo tan sólo de tocar el tema.

De esto ya han pasado muchos años, más de los que puedo sumar a fuerza de mente. Lo cierto es que muchos pueblos alrededor crecieron en población, pero éste se paralizó; y con los años se ha vuelto un pueblo de viejos. Sea por Dios.